El Calafate es una de esas localidades de ensueño a la que siempre quisiéramos regresar. Y para que el sueño se cumpla, una vieja leyenda nos dice que tenemos que comer calafate, el fruto que le dio nombre a la localidad de Santa Cruz, en la Patagonia argentina.
Según dice una vieja leyenda tehuelche, una vieja ancina, hechicera de la tribu, estaba muy cansada y no podía continuar el viaje hacia tierras del norte, para evitar el frío y encontrar lugares para cazar. El invierno se acercaba y aunque se le preparó el Kau (choza tehuelche) y dejó comida, posiblemente la vieja hechicera no podría aguantar el frío invierno de la región. Su tribu emigró y hasta las aves la dejaron allí.
Pasado el frío, las aves empezaron a retornar a la zona y la viejecita seguía ahí. Ella les recriminó por haberla abandonado y las aves respondieron que no podían quedarse por el frío y la falta de alimento. Al abrir el toldo de la choza, Koonek no estaba y en su lugar, había una bellísima planta amarilla y espinosa, muy florida y perfumada, que al llegar el verano dio frutos de color morado. Los tehuelches fueron esparciendo las semillas y los pajaritos se alimentaron de sus frutos. Ya no hubo necesidad de que las aves emigraran y las que lo hacían, volvían al enterarse de la noticia. De aquí viene la famosa leyenda de que el que come calafate, vuelve.
Hoy encontramos el calafate en numerosas presentaciones: dulces, helados, golosinas y bebidas. Es común en las cabañas en Calafate, ofrecer este dulce entre sus mermeladas típicas para el desayuno. Así que si estás planeando tus próximas vacaciones en Calafate, acordate de este rico fruto para poder asegurarte la vuelta.